En realidad esto no fue un viaje, sino más bien una visita sorpresa. Yo estaba allí de curso (como cada Julio) y mis padres,
Chabi y la
peduga subieron a visitarnos a mi hermana pequeña (estaba trabajando allí, conmigo) y a mí.
Algunas de las fotos son éstas.
Vistas desde la subida a la parte vieja del pueblo. Un edificio y una calle del pueblo viejo. Un lateral de la iglesia y el campanario. El museo de artes y oficios y la Plaza Mayor. Placa con los Fueros del Sobrarbe y monumento a los mismos. Nada más recorrer el
Serrablo, hicimos una parada para estirar las piernas.
Íbamos con dirección a L'
Ainsa para visitar a Susana y Ana.
Encontré el sonido del silencio. Cómo la naturaleza
invadía cada pensamiento.
El aire fresco me daba en la cara y el olor a campo se
introducía por mis fosas nasales como las corrientes del
rio Guarga. Mismo que bordeaba nuestro camino en la mencionada dirección.
Iuna se
atrevió remojar sus patas en las
frías aguas y
agradeciendolo movía su cola con velocidad.
El camino era largo aunque ya
habíamos pasado medio camino. El animal lo
vivía.
Miraba al cielo haciendo dibujos con las nubes y buscando en las siluetas de las montañas a cada paso que
dábamos.
Los padres de Susana no
hacían sino
reírse. Cuando ya se
había remojado las
patitas volvimos al coche.
Algo se quedo
atrás. No era mi deseo de
remojarme los pies sino de saber interpretar lo que
sentí en ese lugar. Creo que me estaban gustando los Pirineos.
Cada metro que
seguía por el
Serrablo, ya en el
vehículo,
hacían convertir cada suspiro en
satisfacción.
Pude observar cómo muchos, en bicicleta, admiraban como nosotros esas viejas tierras.
Proseguimos hacia L'
Ainsa, pasando antes por
Boltaña. Otro rincón que anote en mi cabeza para visitar en un futuro.
Tenia ganas de llegar ya, aunque la verdad,
aquí nació la idea del Blog.
El tiempo fue
fantástico y más recibir el
apretón de brazos de Susana y Ana. Comimos,
reímos y hablamos.
Pasear por el pueblo medieval no tenia desperdicio. Declarado en su momento, Monumento
Histórico Artístico. El pueblo,
según vas entrando, te hace retroceder en el tiempo. Allí podemos encontrarnos
también con el castillo de
Ainsa.
Por cierto,
Ainsa es la traducción castellana de L'
Ainsa, que este último es en
aragonés. Un dato importante para no liarnos.
El castillo, para no desviarnos de la explicación, tiene un patio de armas y un portalón desde donde
supuestamente, los soldados del castillo
hacían sus rondas.
Podéis ver los dos
ríos que se unen. El extenso territorio es testigo de esta
unión y de siglos
atrás, ser
conquistados por los musulmanes. Los
ríos Ara y Cinca son de los que hablamos.
Había muchos visitantes y como no, tiendas y lugares para llevarse un recuerdo. La plaza Mayor, donde encabeza el
Ayuntamiento, es preciosa y acompañando el buen tiempo desconectas seguramente de tus rutinas.
Es un lugar precioso que recomiendo visitar.