En cualquier caso, durante ese paseo hubo un rato en que disfruté muchísimo, y es que Manu (nuestro monitor) nos hizo sentar bajo una encina centenaria que hay a orillas del Puente Nuevo y nos contó varias historias. La mayoría estaban dirigidas a los chavales, pero yo me quedé con la última que contón: la maldición del Peregrino. Aquí queda.
Cuenta la leyenda que hace varios siglos pasó por Canfranc un peregrino embozado. Al verlo los habitantes del pueblo corrieron a refugiarse en sus casas, dispuestos a no dejarse ver. Cuando el peregrino, que estaba recorriendo el Camino de Santiago, llegó al pueblo, encontró todas las puertas cerradas, y buscando cobijo donde pasar la noche llegó hasta la iglesia. Allí llamó a la puerta, sabedor de que el cura estaba dentro, escuchándole llamar. Pero nadie le abrió. Era más fuerte el miedo a alguien que escondía el rostro que la tradición de dar cobijo a los peregrinos.
Él decidió continuar camino hacia Villanúa pero, al llegar al punto maś alto del Puente, allí desde donde podía ver todo el pueblo, dijo unas palabras:
"¡Canfranc, yo te maldigo! Dos veces por el fuego pasarás, y por último, el agua te arrasará". Y dicho esto, continuó su camino.
Desde entonces, Canfranc ha sido arrasado por las llamas en dos ocasiones. La primera vez, en 1617. Sólo quedaron en pie la iglesia de la Santísima Trinidad, dos casas, el castillo real y el molino de harina. La segunda vez que ardió fue en 1944, y en esa ocasión ardieron prácticamente todas las casas.
Los habitantes de Canfranc miran de vez en cuando hacia arriba, hacia el Ibón de Ip, porque piensan que será él quien arrase por última vez el pueblo. ¿Se cumplirá la maldición?
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